Los Egipcios creían mucho en conjuros y maldiciones, por eso muchas veces recurrían a los conjuros y a la magia negra para obtener todo aquello que pretendían.
El Libro de los Muertos Egipcio es una colección de textos de recetas, hechizos, conjuros, oraciones, himnos, letanías y fórmulas mágicas, escritos generalmente en rollos de papiro con ilustraciones o viñetas. Fueron colocados en las tumbas de los egipcios que podían permitirse tal lujo a partir del Imperio Nuevo. No obstante, la colección más antigua que se conoce, está inscrita en las paredes de las cámaras y corredores de las pirámides de reyes y reinas como Unas, Teti, Pepi I, Nemty-En-Saf I y Pepi II, reyes de la V y VI dinastía en Sakkara.
El título le fue dado por el alemán Richard Lepsius quien en 1842 publicó el gran “Papiro de Turín” bajo el título de “Das Todtenbuch” y desde entonces lo han usado los egiptólogos.
Se dice que el nombre de “Libro de los Muertos” procede de la denominación que les dieron los profanadores de las tumbas , quienes al encontrar los papiros con inscripciones junto a las momias: “Kitab al-Mayitun”, en árabe, “Libro del difunto”.
Estos textos se les conoce como “Textos de las Pirámides” y están escritos enteramente en jeroglíficos y muchos de sus “Capítulos “ son copias de una colección más antigua, por lo que no se puede precisar su origen, fecha y autor. Pero podemos suponer que los Capítulos copiados en las paredes de las tumbas de los reyes mencionados, en esencia, representan las creencias de los egipcios de tales dinastías con respecto al Más Allá y el pensamiento religioso entre las clases más altas de Egipto.
El objeto de este “libro” era permitir al difunto salvar los peligros que se le presentaban después de la muerte, instruyéndolo en las palabras que le permitían ingresar a los diversos estados del inframundo, le aseguraba la protección de los dioses y proclamaba asimismo su identidad con muchos de ellos.
Para los egipcios la vida no tenía sentido sin el amor. Y este era considerado tanto por hombres y mujeres como una pasión íntima ligada a la magia viva y real. Desde las húmedas orillas del Nilo, a lo más árido y seco del desierto del Sinaí, los sentimientos se razonaban como seres animados, como pertenecientes a los de un juego de fuerzas mágicas.
Infinidad de textos, esculturas y grabados de todas las épocas, son los fieles testimonios de la grandeza del amor en el Antiguo Egipto. Y esta emoción era de carácter mágico. Lo que daba a lugar que existieran multitud de encantamientos y fórmulas mágicas, para solicitar a los dioses la correspondencia en el amor del ser querido.
Los métodos mágicos egipcios que se empleaban para enamorar al ser amado, frecuentemente eran de una complejidad extrema. Era necesario el ingenio y el conocimiento de la naturaleza para poder encontrar elementos vegetales, triturarlos y depositarlos en raros recipientes, añadir productos oleaginosos en momentos oportunos, aprovechando las fases de la luna, a más de conocer y recitar conjuros, y a determinadas horas, saber manipular los elementos mágicos de poder.
El encantamiento a los siete Hator, es uno de las invocaciones que se citan como bastante frecuentes. El enamorado o enamorada en nombre del dios Ra-Horakhty, el señor de los dioses del cielo y de la tierra, les envía la petición del amor, del deseo, de la necesidad de poder tener al ser querido cerca.
Según rezaban los Antiguos Textos Mágicos Egipcios, si era un hombre el que solicitaba los favores sagrados, invocaba a las divinidades para que la mujer que amaba y deseaba, le buscara como una vaca rebuscaba la hierba verde, como la madre buscaba a sus hijos o el pastor a su rebaño de ovejas. Si era una mujer la que deseaba el amor del hombre, se invertían los papeles de sexo, y si aquellos poderes mágicos rehusaban ayudarlos, el mago prendería fuego a Busiris, y Osiris se quemaría.
En el papiro mágico de Leiden, se habla del encantamiento del escarabajo y de la copa de vino. El método indica que para lograr el amor de una mujer, se tenía que coger un escarabajo diminuto y sin cuernos. Se debía actuar a la salida del sol, y poner el escarabajo en un recipiente con leche de vaca negra.
Se dejaba hasta el atardecer y al retirarlo había que verter arena encima del garrapato, y esperar a que quedara seco hasta el día siguiente. Después había que cocerlo con vino de bosque, triturarlo con pepitas de manzana mezcladas con orín o sudor del mago.
Había que hacer con todo aquello una bola, que posteriormente se introduciría en una pequeña taza de vino y se debía dar la circunstancia de que la bebiera la mujer amada.